- Buenos días princesa - dijo él, en apenas un susurro.
Llevaba tendida en la cama del hospital, desde aquel trágico accidente de
circulación que la había dejado en coma, desde que la habían trasladado al
hospital.
Sin embargo, él no se había apartado de su lado ni un sólo momento en ese
tiempo. Le habían advertido, que el coma podía llegar a durar varios días,
semanas o hasta meses, y que le avisarían de inmediato, si había cualquier
cambio.
Pero el sólo se había ausentado para ir al baño en todo ese tiempo. Sus
familiares, le habían traído lo esencial, para pasar las horas de espera,
alguna muda limpia, comida y algo de beber.
Cada amanecer, cada nuevo día, le daba los buenos días. No reaccionaba, no
hacía ni un sólo movimiento, pero él sentía, que en cierto modo, ella sabía que
él seguía allí, a su lado, luchando por salir de su letargo.
El joven, cabizbajo, permanecía sentado junto a la cama del hospital.
- Buenos días mi amor - dijo una suave voz de mujer desde la camilla.
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