No es cuestión de huevos. No es
cuestión de machismo. No es cuestión de feminismo. No es cuestión de xenofobia.
No es cuestión de homofobia. Es cuestión de sentido común, de educación, de
tener dos dedos de frente, de pensar más allá del egoísta bien propio y de los
prejuicios y lugares comunes.
Vale ya. Ya basta. Basta de la
dictadura del bienquedismo. Basta de lo políticamente correcto. Basta de
señalar con el dedo a quien se niega a que le cuelguen una etiqueta con el
rentintín sempiterno sufijo “–ismo”. Basta ya de todos tener que seguir el
pensamiento reinante, de callar, de mirar para otro lado, de callarse para
evitar general mal ambiente, generar conflicto.
Y se lo digo a usted. Usted que
escucha la música a todo volumen en lugar de utilizar los auriculares en el
autobús o en el metro. Se lo digo a usted que utiliza zapatos de tacón a su
avanzada edad y alega necesitar sentarse. Se lo digo a usted que en cualquier
cola tiene la excusa para colarse.
Se lo digo a usted, que habla a
grito pelado al teléfono en lugares públicos. Se lo digo a usted, que con
bolsas de la compra, abrigos, bolsos, mochilas y sabe Dios qué más, acapara
asientos en el metro o el autobús.
Se lo digo a usted que finge
estar dormido para no ceder su asiento. Se lo digo a usted, que alega mintiendo
que el asiento de al lado está mojado para no dejarlo. Se lo digo a usted que
quiere subir al metro antes de dejar salir a quien ha de hacerlo.
Se lo digo a usted, que cualquier
celebración es buena para tirar cohetes y petardos que son un suplicio para
personas mayores y mascotas. Se lo digo a usted, que desprecia a los
discapacitados.
Se lo digo a usted que no cede su
asiento a una embazada o a un anciano. Se lo digo a usted que utiliza un baño
público y no tira de la cadena. Se lo digo a usted que se apalanca en medio de
la acera. Se lo digo a usted que no recoge las heces de su perro.
Se lo digo a usted, que con
independencia de género, con huevos o sin ellos acapara dos asientos en el
metro, porque a falta de huevos bueno es un coño.
Se lo digo a usted que todos los
domingos va a misa y a la vuelta quien se come las ostias es su mujer y sus
hijos. Se lo digo a usted, el profesor que se desconcentra porque a una alumna
se le marcan los pezones. Se lo digo a usted, que se dejó la vocación por su
trabajo en la fría loza la última vez que fue al baño.
Se lo digo a usted que llena de
pegatinas y carteles los lugares públicos en lugar de tomar medidas reales,
porque es más fácil lavarse la conciencia que adoptar medidas reales.
Se lo digo a usted, que será el
más rico del cementerio cuando su vida toque a su fin, a costa de ser un trepa
insufrible y sin eufemismos, un hideputa ,
aunque las meretrices no tengan culpa de su triste existencia.
Se lo digo a usted, que hace de
la gilipollez imperante su marca y producto, donde el morbo se vende a fortuna
el kilo para el ávido público.
Se lo digo a usted, al influencer, puestos a ponernos tontos
con los anglicismos, aunque más que influencer, usted lo que es un cretino con
una conexión a internet y un rebaño de borregos que babean por sus contenidos.
Se lo digo a usted, que lee este
artículo y se sentirá ofendido por mis palabras,
Me tienen todos ustedes hasta el
coño, aunque sea un hombre. Vayan con
Dios.
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