- Buenas noches mi amor - dijo él, acariciando la
pantalla del ordenador.
Era su conversación por videoconferencia de cada
noche, con su amada. Era el único consuelo que encontraba, a las largas horas de
separación, a las interminables horas del día separados, que parecían nunca
pasar en la distancia.
Llegaba el fin de la conversación. Con la llegada de
las 11 de la noche, como cada día, tenían que colgar, hasta el día siguiente.
No pasaba ni un sólo día, antes de que volvieran a hablar, pero a ellos se les
antojaban semanas.
Ya en la cama, un último vídeo, un último mensaje, un
último pensamiento al ser amado, antes de que el sueño les venciera, recordando
esas noches juntos, que extrañaban hasta lo indecible.
Y soñaban, soñaban con el día en que al fin, las
buenas noches serían con besos, serían con caricias, serían los dos
entrelazados bajo las sábanas, al fin sin más distancia entre sus cuerpos,
entre sus almas.
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