Era una noche gélida de diciembre.
Regresaba a casa, tomando el metro, tras horas cena y fiesta con sus amigas. El
pelo revuelto, los pies doloridos por los zapatos de tacón, el rimel que
empezaba a correrse, olor a tabaco y sudor que había reemplazado el del
perfume.
No había nadie en aquella parada de
metro, a las altas horas de la noche. Mira su reloj. Aún seis minutos para que
llegara el siguiente metro.
Sin embargo, sintió, una sensación
de calor en su piel descubierta, a pesar del frío de la noche. En el aire del
metro, un olor a perfume de hombre, la asaltó furtivamente.
Miro hacia ambos lados, pero no
había nadie, por ninguno de los lados. Agitada, subió al metro de un salto se
acurrucó en uno de los asientos temerosa y hasta su parada no osó moverse.
El olor que había notado, en esa
parada de metro, era el de su novio, ahora cientos de kilómetros de ella. La
misma parada en la que juntos habían esperado muchas veces el metro, sintiendo
su calor, su perfume.
Pero su novio no podía estar
allí.....
No hay comentarios:
Publicar un comentario