- Buenas noches mi amor - le dice ella a su enamorado.
Palabras que han repetido a lo largo de toda una vida.
Palabras que han repetido, una noche tras otra, durante los últimos 50 años.
Él con su pijama de rayas azules y blancas, ella con
su camisón rosa con flecos de puntilla.
El lecho que había presenciado la primera noche
juntos, su primer torpe encuentro haciendo el amor, encuentro del que 9 meses
después nació su primer hijo, en ese mismo lecho de hierro, si bien el colchón,
machacado por las largas noches acogiendo sus cansados huesos había tenido que
ser cambiado.
El se quitó las gafas y las dejó en la mesilla de
noche. Ella se quitó la dentadura y la dejó en un vaso, con una pastilla
limpiadora, en la mesilla de noche a su lado.
Apagan las luces de las lámparas, se buscan bajo las
sábanas, rodeando con sus brazos sarmentosos el cuerpo del otro.
Él le da un beso en la frente, antes de poco a poco,
quedarse dormidos los dos ancianos.
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