- Buenas noches mi amor - le dice ella, los dos
sentados, en la playa.
Contemplando el ocaso, se dan un beso, sonríen. Ella
apoya su cabeza en el hombro de él.
Su barco había naufragado hacía cerca de una semana.
Los que parecía iba a ser un apacible crucero por el Caribe había terminado en
tragedia. Nada sabían que había sido de los demás pasajeros.
La corriente, los había arrastrado a la deriva durante
la noche, amaneciendo con los primeros rayos en esa isla.
La habían explorado, sin encontrar señales de vida
humana. Afortunadamente, la isla era rica en árboles frutales y abundaba el
pescado y el marisco a pocos metros de las playa, y en los acantilados rocosos.
Tenían una hamaca, de fibras trenzadas, los dos
abrazados en ella, colgada entre dos árboles, viendo como el mar, moría en el
horizonte.
Por primera vez estaban juntos, sin el teléfono, sin
el ordenador, sin nadie interrumpiendo sus besos. Y la realidad, es que
sentían, que podían quedarse para siempre, en esa solitaria isla, viviendo su
amor.
Éstos pensamientos ocupaban su mente, mientras se
quedaban dormidos en su hamaca de fibras.
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