Sonó la alarma del móvil.
Las cinco y media de la mañana, apenas había dormido unas pocas horas. Se frota
los ojos que le escuecen por la falta de sueño y bosteza con todas sus ganas.
Mientras se mete para el
baño a darse una ducha y arreglarse, pone la cafetera a funcionar para preparar
una taza de humeante café negro que arrancara de su mente los últimos retazos de
sueño.
Dentro de unas horas, tras
un breve trayecto en coche, tomaría un Ave en dirección a la ciudad, que le llevaría
de vuelta a los brazos de su amada. El madrugón, era un precio ridículo a pagar
en comparación con poder estar de nuevo entre los brazos de su amada.
Sobre el escritorio de la
habitación su maleta roja, machada por el uso poco cuidado, testigo de las incontables
veces que había hecho ese camino, para poder estar junto a su amada.
Aunque esta vez el viaje
era distinto. Se mudaban, se iban a vivir juntos, y la distancia que les había separado
durante años y años interminables, era al fin cosa del pasado.
Con el sabor a café en los
labios, abandonó el domicilio, tras dos vueltas de llave en la cerradura.

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