Se
levantó por la mañana, somnoliento, con el pelo revuelto, barba de un par de
días y escasas ganas de empezar el día.
El
olor del café, desde la cocina, le despejó la mente, atrayéndolo como un imán a
un trozo de metal.
Acercándose
a ella, la tomó por la cintura, dejando que el olor de sus cabellos invadiera
sus sentidos, besándola en los labios.
Una
mirada, una sonrisa y un beso suyo. Ese era el café, que le despertaba cada
mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario