sábado, 17 de junio de 2017

Las historias de mi abuelo #microabuelo

Con pasos lentos y fatigados de sus pobres huesos, el anciano subía por las escaleras de la casa de piedra, para la cual habían pasado los años como lo habían hecho sobre sus carnes.
El anciano subió los escalones de madera, uno a uno, deteniéndose en el rellano a mitad de camino en su ascensión para tomar una bocanada de aire y recobrarse, soltando un juramento dirigido a sus viejas piernas.
Cada día el anciano repetía ese ritual tras el desayuno, una vez se ocupaba de las tareas diarias de la casa, junto a su esposa.
Allí, el anciano escogía uno de los tomos de su biblioteca, algunos de ellos más viejos si cabe que él mismo, ocupaba con un quejido de satisfacción su butacón tapizado de flores y soltaba un hondo suspiro.
Entonces se oía el ruido de unos pequeños pies subiendo a la carrera los escalones, que crujían bajo el ímpetu de la vigorosa infancia. Ahí llegaba su nieto, que con un ágil brinco, apoyándose en el reposabrazos del sillón, se acomodaba sobre las piernas de su abuelo, mirándole con sus vivarachos ojos negros, impaciente por descubrir qué nueva historia le contaría su abuelo.


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