lunes, 26 de diciembre de 2016

Con una taza de café - Decimocuarta taza.

En el gélido invierno, en los días de Navidad, el anciano cafetero, veía especialmente lleno su pequeño establecimiento, más que en ninguna otra fecha del año.

Era un local, que había comprado en el casco antiguo de la ciudad, cuando era apenas un veinteañero, con sus ahorros y que había sido su modo de vida desde entonces.

Tenía una tradición el anciano cafetero, desde hacía décadas, que era cada año idear una nueva receta, era una nueva elaboración de su café navideño, que variando los ingredientes que lo componían, tanto los que añadía a la mezcla como los que incluía al café ya elaborado, para rematar su sabor.

Nunca la receta era la misma, nunca su café navideño, era igual de un año para otro, el cual se había convertido en una tradición y un gran atractivo para sus clientes, que cada año acudían a saborear ese nuevo café, que solamente servía durante los días de Navidad.

Pero tenía una receta secreta que jamás compartiría.

Mientras desayunaba su taza de café y su croissant de mantequilla, su amada tomó el rostro del anciano cafetero entre sus manos, besándole como llevaba cuarenta años haciendo, mezclando el sabor de ese beso con el del café en sus ancianos labios.



domingo, 18 de diciembre de 2016

Con una taza de café - Decimotercera taza


Eran fechas, en las que muchos, celebraban las Navidades rodeados de sus familiares, de sus seres queridos, de sus amigos, de sus parejas…
Pero había quienes tenían que seguir adelante, quienes no podían detenerse en su trabajo, por todos aquellos para los cuales esas fechas no serían precisamente de celebración, por una salud quebrada.
Era una enfermera, una de aquellas, que debían seguir realizando su trabajo en esas fechas tan festivas, con turnos interminables, donde las pausas y descansos eran un lujo.
Pero en una de esas pausas, cuando tomaba un vaso de café de una de las máquinas expendedoras del hospital, tratando de paliar a golpe de cafeína el creciente sueño que tras las largas horas de turno de noche empezaba a apoderarse de ella, sintió una presencia tras ella.
Ahí estaba su novio, su amado, con una caja de dulces navideños bajo el brazo y un termo de chocolate caliente en las manos, con un gorrito que representaba a Papá Noel de cintura para abajo, con las piernas y sus botines negros hacia arriba.
- Feliz Navidad, amor mío – dijo el joven, sonriendo bonachonamente.

sábado, 19 de noviembre de 2016

40 RELATOS DE TERROR - Recopilatorio de historias de terror solidarias - GRUPO LLEC

 Por iniciativa del grupo LLEC (Libros, lectores, escritores y una taza de café), forjado en la red social Facebook, se propuso, en el pasado mes de octubre de 2016, con motivo de Halloween, editar un libro recopilatorio de 40 historias de temática de terror, escritas por miembros de dicho grupo, contando entre ellos escritores bien conocidos y reputados, con una larga trayectoria literaria como autores independientes y otros como autores editados, así como nuevos talentos emergentes y amantes de la palabra escrita que aportaron su granito de arena en la creación de esta obra.

Por mi parte, tengo el gusto, el honor y el verdadero privilegio, de poder formar parte de esta iniciativa, en mi caso con mi propio recopilatorio de 7 breves historias de terror agrupadas bajo el título de Los susurros de la noche.

 La obra puede adquirirse, tanto en formato ebook como en formato físico en la plataforma de Amazon, a un módico precio. La integralidad de los ingresos generados por la venta del libro, serán destinados a efectuar una donación a la asociación Save the Children.

LINK: http://relinks.me/B01MXD8KG4

Enlace al grupo LLEC:  https://goo.gl/mDt42Z

Enlace al canal de Youtube:  https://goo.gl/Voq24W

Perfil en Twitter: https://goo.gl/AvCqZx


Con una taza de café - Duodécima taza




Eran altas horas de la noche. Una de esas largas y frías noches de invierno, en que parece como si el amanecer, no fuera a llegar jamás de nuevo, como si el sol tuviera pereza de salir.
En la habitación, sin embargo, acurrucado bajo las sábanas como un gusano de seda en un capullo, sin más luz que la de una pequeña lamparita de luz amarilla que enfocaba las páginas del libro.
A pesar de lo tardía de la hora, el muchacho no tenía ni pizca de sueño. No había bebido ni té, ni café, ni ninguna otra bebida que estimulara sus sentidos.
Sin embargo, entre sus manos tenía un libro, abierto por aproximadamente la mitad de sus páginas.
No era un libro cualquiera. No era cualquier historia la que esas páginas encerraban.
Era la historia, que día a día, escribía junto a su amada. Una historia que aquellas páginas no alcanzaban a hacer justicia con las palabras. Una historia que ellos mismos conocían muy bien, pues eran sus protagonistas, mas no se cansaba de leer sus páginas jamás. Ninguna taza de café, conseguiría mantenerle mejor despierto, que esa taza de palabras.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Con una taza de café - Undécima taza






Fuera amanecía una lluviosa mañana de domingo, a principios de noviembre de un año cualquiera.
Despertaba la joven perezosamente en su lecho, entrelazada con las sábanas con las que había formado una especie de crisálida contra el frío del exterior.
Sin molestarse en peinarse ni cambiar su pijama, se calzó sus zapatillas de estar por casa de color azul, caminó hacia la cocina y se preparó una humeante taza de café, con un portentoso bostezo.
Se echó un generoso chorro de nata para completar el café, acompañándolo de una pastilla de chocolate y una galletita, espolvoreando canela por encima.
De camino al dormitorio, se detuvo frente las estanterías del salón, deslizando los dedos sobre el lomo de las obras literarias, escogiendo una de ellas con una sonrisa de satisfacción.
Regresando al lecho, se acurrucó junto a su amado, que aún dormía plácidamente, le depositó un suave beso en la mejilla y se dispuso a abandonarse al placer de la lectura, saboreando su café plácidamente.
Al pie de la portada, estaba escrito el nombre de su amado. Era una de las muchas historias que ella le había inspirado.

viernes, 14 de octubre de 2016

A vueltas con el pasado



Casi se ha vuelto raro el día, en que si no por una razón, por otra, uno no se encuentre con menciones en redes sociales, en tweets, entradas de blog o noticias de cualquier periódico, mención a la memoria histórica o a las idas y venidas de nuestro pasado.

Recientemente ha sido tras las celebraciones de la fiesta nacional, éste 12 de octubre, que para variar según es ya costumbre, siguen año tras año levantando ampollas y posiciones de lo más contradictorias.

Me resulta cuanto menos curioso, como las posiciones se polarizan en dos extremos: aquellos que se empecinan en borrar toda huella de ese pasado, una damnatio memoriae en toda regla, como si pretendiendo mandar ese pasado a las profundidades del olvido en algo éste fuera a cambiar o a repararse el dolor causado, y quienes se empecinan en reabrir una herida mal cicatrizada con saña para echar sal en ella, cuando no tratar de tergiversar, por mala fe o por ignorancia, los hechos históricos.

Toda nación, todo país, todo pueblo, tiene un pasado. Más o menos claro, más o menos oscuro, con sus luces y sombras, con sus logros y fracasos, con sus episodios sangrientos y sus épocas de paz.

Es absurdo señalar con dedo acusador a un país, por sus hechos históricos, por su pasado, por las depravaciones que generaciones anteriores cometieran. Que levante la mano aquel pueblo, cuyo pasado esté libre de pecado, cuyo país esté libre de al menos, un episodio que le haga bajar la mirada a sus gentes.

Igual que absurdo es pretender ignorar ese pasado. No es destruyendo estatuas o cambiando nombres de calles que se cambia un pasado doloroso. El pasado es el que es, nos guste o no, y eso no puede cambiarse.

Lo más que podemos hacer, es aprender de nuestros errores, aprender de lo que generaciones pasadas hicieron mal, aprender de un pasado que sacó lo peor del ser humano, y no insistir en repetir, de una manera más bárbara y animal si cabe, aquello que en el pasado se cometió por razones de poder, de codicia, de religión o de odio.





miércoles, 12 de octubre de 2016

Con una taza de café - Décima taza



Nuevamente tenía que madrugar, nuevamente un día más en la rutina de su semana como profesor, teniendo que ir a impartir sus clases.
Lavado, peinado y vestido, bajó el joven a la cocina de su casa. Puso la cafetera eléctrica en marcha, tras añadir el agua y el café y dejar preparada su taza roja de cerámica con tapa, que se llevaría al trabajo.
Mientras el café se preparaba, el joven se sirvió el tazón de leche, con una pizca de cacao en polvo, al que dio un golpe de calor en el microondas.
De la nevera, abrió una caja de miguelitos, unos suaves pasteles de crema y hojaldre. En la puerta de la nevera, un tarro de confitura de coco.
Sacó los cereales y el paquete de galletas. Un nutritivo y abundante desayuno antes de empezar su jornada.
Pero miraba a su diestra y le faltaba lo más importante. Le faltaba ella, su amada, a su lado. Y todos aquellos pequeños objetos, todos aquellos alimentos cotidianos, eran pequeños fragmentos de recuerdos, de los desayunos compartidos  hacía apenas dos semanas con ella, que ahora de nuevo estaba lejos de él.
Maldecía, conteniendo las lágrimas, cada kilómetro que la separaba de ella.