sábado, 28 de enero de 2017

Con una taza de café - Decimoséptima taza



Hacía una pausa, en las interminables horas de trabajo en la academia donde ejercía su labor como docente, para tomarse una taza de café y una barrita de cereales.
Ese ritual, le indicaba que estaba en el ecuador de su jornada de trabajo, que al menos, le restaban algunas horas menos, para poder ver su amada, para poder escuchar su voz, para poder sentirla un poco más cerca de él, aunque fuera con una pantalla de ordenador de por medio.
En su muñeca izquierda, las pulseras, llenas de recuerdos de los momentos compartidos junto a su amada. En el reloj, el lento discurrir de las horas sin ella, como si ese trozo de plástico negro se mofara de él, cada vez que lo miraba.
Sobre su cuello, el frío tacto metálico piel con piel, del colgante en forma de medio corazón, con el nombre de su amada grabado en él, de alguna forma le hacía sentir, que la tenía un poco más cerca de él, que un pedacito más de ella, le acompañaba donde quiera que fuera.
Tomó en ese momento su teléfono móvil, abrió la aplicación Whatsapp, y pulsó en el chat de su amada, apenas unos segundos el botón de grabación.
 - Te quiero – dijo tan solo esas dos palabras.


viernes, 20 de enero de 2017

Con una taza de café - Decimosexta taza

Los dos enamorados, se habían conocido cuando apenas contaban los veinte años de edad.
Era una cafetería, del casco antiguo de la ciudad, regentada por un matrimonio de ancianos, que habían montado el local con el poco dinero que tenían, con los pocos ahorros con que contaban, en sus años de juventud.
Al matrimonio de ancianos, les unía, además de su inmenso amor, su pasión por la palabra escrita. Ella, era una voraz lectora desde su niñez, leyendo cuanto libro caía en sus manos. Su enamorado, desde la adolescencia, había descubierto la pasión por escribir.
Esa pasión, les había lleva a convertir la cafetería, en un santa sanctorum de los libros, donde se reunían escritores y lectores por igual, entorno a una taza de café, un zumo, un chocolate caliente o cualquier otra bebida…
Así fue como coincidieron, el joven escritor, estudiante de filología en la ciudad, soñando con un día llegar a ser profesor y ella, estudiante de enfermería, la que había su vocación de toda una vida, se encontraron, entre libros y café en aquella vetusta cafetería.
En el sexto año de su relación, la joven, ya una enfermera, encontró un anillo de compromiso, en el fondo de su taza de capuchino.


domingo, 1 de enero de 2017

Con una taza de café - Decimoquinta taza



A sus noventa años bien vividos, el paso de los años era inclemente con el anciano. Nueve décadas no pasaban en baldes.
Todo lo vivido, lo bueno y lo malo, las penas y las alegrías, todo había dejado una marca en el anciano, en su cuerpo que acusaba los achaques y penurias de toda una vida, en una piel marcada como un pergamino por las arrugas, en vista cansada que no era la que fue en un tiempo pretérito, en sus pensamientos que eran una enciclopedia donde estaban guardados los recuerdos de toda una vida.
Pero el mayor estrago, lo estaba haciendo aquella cruel enfermedad, que poco a poco le iba arrebatando esos mismos recuerdos, que poco a poco le arrancaba con indiferencia cruel, aquello más preciado que poseía.
Poco a poco, era como si ese mal fue arrancando, emborronando, rasgando, las páginas del libro de su memoria, dejando cada vez menos fragmentos legibles.
Pero había un recuerdo, que persistía: cuando se llevaba su taza de café a los labios, cada mañana, recordaba la tarde invierno, en la que en esa apartada cafetería junto al río, había compartido una primera taza de café, con quien entonces era una desconocida y setenta años después de ese momento, era el amor de su vida.