lunes, 24 de agosto de 2015

Los susurros de la noche - Piel fría como el hielo - V

Había pasado una noche increíble, junto a aquella muchacha. Se habían conocido, esa misma noche, en un pub de la localidad.
Habían conectado al momento. Habían tomado un par de copas, hablado largo y tendido de sus vidas, incluso bailaron juntos las canciones que más les gustaban.
Pasearon por la calles de la ciudad, besándose en cada farola con ardor, riéndose, tomados de la mano.
Todo iba increíblemente bien, sólo había algo, algo realmente extraño. La muchacha, tenía el rostro pálido, increíblemente pálido, sin apenas color en las mejillas
Ella afirmó tener mucho frío, al poco de salir del pub, a la fría noche. Él, se quitó su chaqueta y se la colocó sobre los hombros para abrigarla, cosa que ella le agradeció.
Se despidieron, para regresar cada uno a su casa. Ella le entregó, en un trozo de papel, la dirección de su casa, donde a la mañana siguiente, podía pasarse para restituirle su chaqueta. El joven aceptó encantado, además, era una ocasión en bandeja de plata para poder verla de nuevo.

A la mañana siguiente, el muchacho se encaminó a la dirección que le indicaba el papel.
Cuando llegó al lugar, llamó al timbre y le recibió una mujer anciana, que entreabrió la puerta.
Preguntó si podía ver a la joven, con la que había pasado la noche anterior.
La anciana, se quedó muy sorprendida por la pregunta del muchacho. Diciéndole que se había equivocado, las lágrimas, acudieron a los ojos de la mujer.
El muchacho insistió, describiendo a la muchacha. A medida que proseguía la descripción la expresión de la mujer se tornó en horror.
Dijo que la mujer que describía era su hija, que había fallecido hacía algunos meses.
El joven, creyó que le estaba tomando el pelo. La mujer, para convencerle, le pidió que le acompañara al cementerio, donde le llevó hasta donde estaba la tumba.
Apoyada sobre la lápida, estaba la chaqueta que el joven le había prestado.




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