El
otoño, se había apropiado de cada rincón del bosque, llenándolo con sus colores
amarillos, rojizos y ocres, anunciando poco a poco, la proximidad del gélido
invierno.
Ésta
es la historia, de un pequeño jilguero. Un pequeño pajarito, de colores
sencillos y mundanos, pero con un melodioso trino.
El
pajarillo, vivía, en un tronco de un árbol, que una familia de pájaros
carpinteros, había ocupado durante largo tiempo, antes de mudarse, a otra parte
del bosquecillo.
El
jilguero había reunido en su pequeña morada, abundantes frutos y bayas, con los
que pasar, a resguardo la fría estación venidera. Sin embargo, el pobre
jilguero, estaba terriblemente sólo.
Pasaría
el invierno sin más compañía que sí mismo, acurrucado entre las ramitas,
comiendo los frutos y esperando la llegada de la venidera primavera.
Pero
un día, en uno de sus vuelos por el bosque, buscando alimento que almacenar, se
encontró con una pequeña jilguera, que había quedado atrapada, en unos
zarzales, cuyas espinas herían sus halitas marrones.
El
pobre jilguero, era un ave pequeña y
poca cosa, pero al ver a jilguera en peligro, se acercó volando al zarzal.
Con
su pico, más pensado para comer semillas que para esas tareas, se lanzó a
picotear con todas sus ganas los zarcillos que aprisionaban al pajarito, hasta
conseguir liberar a la jilguera, de su prisión.
Asustada,
una vez liberada, la pajarilla alzó el vuelo
y se alejó a toda prisa de allí, y el pobre jilguero se quedó allí,
contemplándola marcharse, afligido.
Triste
el pobre jilguero, regresó a su nido y así pasaron varios días, tras los
cuales, la jilguera, una buena mañana, apareció con una ramita de bayas en el
pico, que ofreció, al pobre jilguero, con un alegre trino amable, acurrucándose
a su lado en el nido, acariciando sus plumas con el pico.
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