miércoles, 21 de octubre de 2015

12 cuentos para el otoño - III- Una canción para el otoño



III- Una canción para el otoño

Él, era un joven aprendiz de músico, apasionado por la música folk, la música celta tradicional, alejada de la típica música comercial, con unos gustos un tanto inusuales.
Dado que vivía, en un pequeño apartamento, de una gran urbe, para poder ensayar con su instrumento, no le quedaba, más elección que la de marchar al parque, cercano a su casa, donde entre los árboles, en los rincones más apartados y menos frecuentados, ensayaba su música.
La partituras bajo el brazo, su gaita de boto en la mano, envuelta en su funda de tela, trasportándola con mimo. Llegado al lugar elegido, colocaba en el suelo, sus partituras, preparaba el instrumento y se disponía a tocar.
Una joven, estudiante de enfermería, paseaba, aquella tarde de otoño por el parque, aprovechando el agradable clima para salir a despejarse de las horas de engorroso estudio.
Apasionada por la música, contaba con la guitarra y el piano entre sus instrumentos predilectos, que había aprendido a tocar cuando era una niña.
En su vagabundeo por el parque, escuchó la melodía del instrumento del joven. Guiándose por la música, entre los árboles, curiosa por ver al artífice de esas melodía, buscó al muchacho, hasta encontrado en aquel apartado rincón.

No queriendo interrumpir su ensayo, se sentó en silencio en la esmeraldina hierba, con las piernas cruzadas y el mentón apoyado sobre los puños, cerrando los ojos y dejándose envolver por la melodía.
Cuando el muchacho terminó la pieza, ajeno hasta ese momento a la presencia de la joven, ésta no pudo resistirse a aplaudir con fervor, provocando una mezcla de rubor y sorpresa en el muchacho.
La joven se acercó a él, observando al joven músico, con curiosidad, presentándose y entablando una animada conversación.
Unidos por su pasión por la música, los dos jóvenes departieron hasta el ocaso, momento en que se despidieron con una sonrisa, prometiendo reencontrarse en ese mismo lugar, al día siguiente, ésta vez, trayendo ella su instrumento.
Lo que comenzó de forma fortuita, poco a poco, se convirtió en costumbre y los dos jóvenes, él con la gaita, ella con la guitarra, se juntaban a tocar, en aquel parque, sus piezas predilectas.
La música de sus instrumentos, se fundía a la perfección, como si su música, hubiera nacido para fundirse, la una con la otra. Y poco a poco, lo que la música había unido, hizo nacer, un nuevo sentimiento, en los corazones, de los dos enamorados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario