Ella era una lectora voraz, una
lectora empedernida, una amante de los libros de los pies a la cabeza. Él era
escritor y había convertido su pasión en su oficio. Él era su camello
literario, ella era la yonki que se drogaba en vena sus historias línea a línea,
palabra a palabra, dejando que su imaginación hiciera el resto. Él era la pluma
y la tinta, ella era el blanco lienzo sobre el que escribir sus historias. Pero
la más hermosa de todas, era la que juntos vivían.
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