sábado, 5 de septiembre de 2015

LOS SUSURROS DE LA NOCHE - VIII - El escritor maldito.

Carecía de talento, carecía de imaginación, y sin embargo se empecinaba enconadamente, en seguir escribiendo libros.
Nadie le leía, nadie disfrutaba con sus historias, nadie apreciaba sus textos, sus obras. Tenía un corazón negro, podrido, de ciega ambición, del anhelo febril, de lograr la fama mediante la palabra escrita.
Hasta que en su desesperación, el maligno, se apareció una noche al escritor frustrado, prometiéndole, que a cambio de su alma inmortal, él le daría el talento, que anhelaba conseguir, para crear, una historia que jamás sería olvidad, pero eso sí, debía seguir el escritor, a pies juntillas sus indicaciones.
El escritor aceptó el trato, dando por sentado, pobre incauto, que nada tenía que perder en aquel trato.
El diablo, le entregó una pluma, solamente una pluma estilográfica, de color encarnado, indicándole, que escribiera con esa pluma, sus historias, y crearía las más maravillosas, que jamás
Pensando que era un trato fácil, el escritor aceptó el trato sin dudarlo ni un sólo instante.
 El diablo se fue, y el escritor, deseoso de probar su nueva pluma, se sentó a su escritorio, sacó un manojo de folios en blanco y empezó a deslizar la pluma.
Sintió un dolor lacerante en la mano, mientras una tinta de color encarnado, escribía sobre el papel, como poseída por un anhelo febril.
Intentó soltarla, pero no pudo, no podía soltar la pluma de su mano, por más que lo intentaba.
Contrariamente a su voluntad, la pluma seguía deslizándose, hoja tras hoja, sobre el papel, el dolor aumentaba por momentos, pero no podía parar, mientras una sensación de debilidad se apoderaba de él.
Entonces lo comprendió. No era tinta, era su propia sangre, con lo que estaba escribiendo.
Pasaron las horas de la noche, el libro estaba terminado. Cuando escribió el punto final de aquella novela, sintió su corazón detenerse súbitamente, sin ni una gota más de sangre en sus venas. cayendo muerto, con una expresión de horror en el rostro.

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