sábado, 19 de noviembre de 2016

Con una taza de café - Duodécima taza




Eran altas horas de la noche. Una de esas largas y frías noches de invierno, en que parece como si el amanecer, no fuera a llegar jamás de nuevo, como si el sol tuviera pereza de salir.
En la habitación, sin embargo, acurrucado bajo las sábanas como un gusano de seda en un capullo, sin más luz que la de una pequeña lamparita de luz amarilla que enfocaba las páginas del libro.
A pesar de lo tardía de la hora, el muchacho no tenía ni pizca de sueño. No había bebido ni té, ni café, ni ninguna otra bebida que estimulara sus sentidos.
Sin embargo, entre sus manos tenía un libro, abierto por aproximadamente la mitad de sus páginas.
No era un libro cualquiera. No era cualquier historia la que esas páginas encerraban.
Era la historia, que día a día, escribía junto a su amada. Una historia que aquellas páginas no alcanzaban a hacer justicia con las palabras. Una historia que ellos mismos conocían muy bien, pues eran sus protagonistas, mas no se cansaba de leer sus páginas jamás. Ninguna taza de café, conseguiría mantenerle mejor despierto, que esa taza de palabras.

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