lunes, 26 de diciembre de 2016

Con una taza de café - Decimocuarta taza.

En el gélido invierno, en los días de Navidad, el anciano cafetero, veía especialmente lleno su pequeño establecimiento, más que en ninguna otra fecha del año.

Era un local, que había comprado en el casco antiguo de la ciudad, cuando era apenas un veinteañero, con sus ahorros y que había sido su modo de vida desde entonces.

Tenía una tradición el anciano cafetero, desde hacía décadas, que era cada año idear una nueva receta, era una nueva elaboración de su café navideño, que variando los ingredientes que lo componían, tanto los que añadía a la mezcla como los que incluía al café ya elaborado, para rematar su sabor.

Nunca la receta era la misma, nunca su café navideño, era igual de un año para otro, el cual se había convertido en una tradición y un gran atractivo para sus clientes, que cada año acudían a saborear ese nuevo café, que solamente servía durante los días de Navidad.

Pero tenía una receta secreta que jamás compartiría.

Mientras desayunaba su taza de café y su croissant de mantequilla, su amada tomó el rostro del anciano cafetero entre sus manos, besándole como llevaba cuarenta años haciendo, mezclando el sabor de ese beso con el del café en sus ancianos labios.



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