lunes, 2 de noviembre de 2015

12 cuentos para el otoño -X- Cincuenta otoños....



A través de la ventana, se veían los árboles de la casa, con los tonos amarillos y ocres del otoño ya entrado, las hojas cayendo poco a poco al suelo, preparándose para el invierno.
Apenas amanecía, los primeros rayos de sol inundando la habitación. en la que los dos ancianos empezaban un nuevo día en el lecho, abrazados, entre las cálidas sábanas.

Esa casa de piedra, con su jardín con los almendros y cerezos, tras la valla blanca, era el sueño de toda una vida. Era la casa en la que la pareja habían vivido más de cuarenta años. 

Él profesor jubilado, ella enfermera ya retirada. En esa misma cama habían engendrado a sus hijos, se habían acurrucado con sus pequeños cuando enfermaban o en las noches de tormenta. En ese mismo lecho habían hecho el amor noche tras noche de su vida. 

En ese mismo lecho, habían amanecido y anochecido, todos y cada uno de los días de su vida juntos, en más de cuarenta años en esa casa y los cincuenta que llevaban juntos.

50 otoños, 50 veces que el otoño había llegado al calendario, a los árboles, a sus vidas. 50 otoños, llenos de despertares entre besos y caricias, 50 otoños extrañándose cada segundo, que habían estado lejos el uno del otoño, 50 otoños, viendo el paso de los días, viendo como su amor florecía, como su amor prosperaba, como su amor se hacía más grande, más intenso, más maravilloso.

50 otoños, en las que la pareja de ancianos, seguía compartiendo las pequeñas cosas del día a día, con las mismas ganas, con la misma emoción, la misma sensación cada día de compartir algo muy, muy especial.
50 otoños después, despertaban cada mañana sin excepción juntos en el lecho, preparaban el desayuno en la cocina, entre besos y guiños cómplices como una pareja de veinteañeros. 

Ella leía en su butaca azul junto a la chimenea del salón, él tecleaba en su vieja máquina de escribir, línea a línea, las páginas de su siguiente novela, que ella leería impaciente tan pronto como terminara.
Pasearía juntos por los caminos alrededor de su casa, se sentarían a hacer un pick-nick entre la hojarasca, junto al río, como cuando eran dos chavalillos.

Cantarían juntos en los días de lluvia para espantar los truenos, salían a comer a su restaurante favorito, el mismo al que iban de novios, entrelazando las manos sobre la mesa, besándose como dos adolescentes en su primera cita por encima de los platos.

Otoño, invierno, primavera o verano.... en todas las estaciones, su amor florecía, año tras año.





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