sábado, 21 de noviembre de 2015

12 cuentos para el invierno - II- Un jersey para el invierno



Se acercaba el invierno, y con él el frío, que prometía ser especialmente virulento en aquel año.
Era ella una joven que trabajaba en una pequeña mercería del barrio, vendiendo prendas interiores, ropa de mujer y material y accesorios de costura. No ganaba mucho dinero, pero al menos la tienda heredada de su abuela, le daba para ir tirando y poner el pan en la mesa.
Sin embargo, la modesta casa en la que vivía, una antigua casona que había conocido mejores épocas, estaba que se caía a pedazos. Grifos oxidados, goteras, tablas del suelo que cedían, algún cristal de las ventanas que necesita ser reemplazado.... y así una lista interminable con un largo etcétera.
La casa lo necesitaba, pero la joven, no tenía dinero para pagar a un fontanero, a un electricista, un albañil... que hicieran las necesarias reparaciones a la casa. Podía comprar los materiales, a precios rebajados en un outlet, pero ¿quién haría las reparaciones?
Un día llegó a la ciudad, un joven inmigrante del este, que a duras penas hablaba la lengua del país, lo justo para entenderse.

Buscaba un lugar donde quedarse, pero nadie quería darle refugio, ni requería sus servicios como contratista. La joven, estudiaba al muchacho, con cierto recelo, pero una idea le rondaba los pensamientos.
¿Y sí ese joven era la solución que había estado esperando todo ese tiempo?
Un día, el muchacho acudió a la mercería, buscando material para remendar sus maltrechas prendas. La joven, armándose de valor le propuso al joven un trato.
El muchacho trabajaría en la casa, haciendo las necesarias reparaciones. No podía pagarle con dinero, pero no le faltaría un lecho mullido, prendas de abrigo y comida caliente en la mesa.
El joven, sorprendido, aceptó la propuesta de la joven. Compró los materiales necesarios junto a la muchacha, y ese mismo día, comenzó las labores de reparación en la casa.
El muchacho trabajaba incansable mañana y tarde en la casa, de buena mañana. Desayunaban juntos al empezar el día, preparaban juntos la comida, y en la noche tras ver la televisión un rato, se retiraban a dormir en habitaciones contiguas.
Poco a poco, el joven se fue mostrando más abierto, y la joven, disfrutaba de la compañía del muchacho. La casa se iba transformando a ojos vista.
La joven mercera, reparó en el mal estado de las prendas del muchacho. La navidad se aproximaba, y el joven, no tenía prendas de abrigo adecuadas.


Por las noches, al terminar el trabajo, la joven mercera, aún a costa de quitarse tiempo de sueño, seguía infatigable trabajando en un jersey de color azul, con lana de buena calidad, que paciente, puntada a puntada, tomaba forma.
Tejió también, un gorro, unos guantes, calcetines y una bufanda a juego.
Llegado el día de Navidad, había terminado su labor, que envolvió en un pequeño paquetito, que entregó al joven contratista. La casa estaba terminada, con todas las repaciones hechas.
Éste aceptó el paquete, sorprendido, y al momento se puso todas las prendas, agradeciendo a la joven su generosidad.

La muchacha, había puesto en cada punta, los sentimientos que en ese tiempo habían nacido, por aquel joven, la llama de un amor, que había surgido en la convivencia, en el trato diario, en el tiempo que los dos jóvenes habían pasado juntos.
Esa ya no era sólo su casa. Ahora era de los dos. De alguna forma, habían hecho de ese lugar, su refugio, y esas cuatro paredes, estaban llenas de recuerdos, de miradas, de risas, de conversaciones.
Y quizás, finalmente, ese invierno seria, un poco menos frío, a fin de cuentas....

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