lunes, 18 de julio de 2016

Con una taza de café - Segunda taza

Despertó esa mañana con un portentoso bostezo. Un olor a adolescencia y a sudor en las sábanas de su estudio.
Había dejado la cafetera preparada en la noche, para que cuando nada más despertar en la mañana, fuera simplemente pulsar el botón para que el olor a café inundara la estancia.
Encendió el ordenador de su escritorio, tras servirse una taza de humeante café, negro como el carbón. Abrió el navegador, tecleó su dirección de correo electrónico y su contraseña.
Se llevó la taza a los labios y le dio un generoso sorbo, antes de pulsar el botón, para comentar a escribir un nuevo correo electrónico.
Buenos días mi amor
Nuevamente como cada mañana, cumplía con ese ritual, con su amada. Día tras día, confiaba, más allá de los kilómetros que los separaban, a aquellas pocas líneas, a ese mensajero virtual, los sentimientos del inmenso amor que por su amada sentía.
A la espera, de que al fin un día compartirían una taza de café, endulzada con besos, al fin sin más distancia entre los dos.




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