Le despierta el aroma a
café en el ambiente, junto con los primeros rayos del sol que se cuelan por la
ventana del dormitorio.
Se notaba la boca aún
pastosa del alcohol de la noche anterior. En las sábanas grises y arrugadas de
la cama de matrimonio un olor a mujer.
Sobre la mesilla, un
fajo de billetes, con una nota de agradecimiento, firmada con un beso de unos
labios llenos de carmín.
De la mujer no queda ni
rastro. Sólo su olor y las prendas íntimas desparramadas por el suelo de la
estancia le recordaban lo que esa noche había pasado allí.
Una soltera adinerada,
demasiado ocupada en su propio trabajo como para tener una relación seria, que pagaba
por un poco de cariño.
Mientras saboreaba la
taza de café, despojándose de los restos de sueño que aún se aferraban a su
mente, sacó su móvil y llamó a la agencia. No podía seguir haciendo ese
trabajo. Se había enamorado de aquella mujer.
Con un post-it, le
escribió un TE QUIERO a su clienta, ante de salir por la puerta, mientras se
abrochaba la camisa
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