sábado, 15 de abril de 2017

Con una taza de café - Vigésima taza



Era una sencilla cafetera. Una cafetera metálica, con marcas del fuego que había ennegrecido su superficie. Una cafetera fabricada en acero, sin ninguna característica ni rasgo destacable, una cafetera como la que podría comprarse en cualquier ferretería.
El muchacho, había escuchado hasta la misma saciedad en boca de familiares y amigos, que tirara a la chatarra ese viejo trasto y se comprara una moderna cafetera eléctrica, pero el joven había desoído deliberadamente sus indicaciones.
Pero había una razón muy especial por la que el joven se negaba a deshacerse de esa cafetera.
Sus abuelos, le habían regalado esa cafetera cuando se había independizado.
Cuando su abuelo se había mudado, décadas atrás, al pequeño pueblo donde vivía, preparaba cada mañana café con esa vieja cafetera, en su pequeña casita, a pie de calle.
Al poco de mudarse, su abuela, atraída por el aroma del café, se acercó a tomar una taza con la excusa de presentarse a su nuevo vecino, comenzando así, una amistad que había terminado convirtiéndose en amor, entre los dos ahora ancianos.
Quizás algún día, el aroma del café, traería un día al amor de su vida hasta él.
Como cada mañana el joven puso a hervir la cafetera en el fuego, se sentó frente al ordenador  y abrió su email. Allí estaba ese email.


No hay comentarios:

Publicar un comentario