José Miguel Biel - Escritor
domingo, 30 de julio de 2017
sábado, 17 de junio de 2017
Las historias de mi abuelo #microabuelo
Con pasos lentos y fatigados de sus pobres huesos, el anciano subía por las escaleras de la casa de piedra, para la cual habían pasado los años como lo habían hecho sobre sus carnes.
El anciano subió los escalones de madera, uno a uno, deteniéndose en el rellano a mitad de camino en su ascensión para tomar una bocanada de aire y recobrarse, soltando un juramento dirigido a sus viejas piernas.
Cada día el anciano repetía ese ritual tras el desayuno, una vez se ocupaba de las tareas diarias de la casa, junto a su esposa.
Allí, el anciano escogía uno de los tomos de su biblioteca, algunos de ellos más viejos si cabe que él mismo, ocupaba con un quejido de satisfacción su butacón tapizado de flores y soltaba un hondo suspiro.
Entonces se oía el ruido de unos pequeños pies subiendo a la carrera los escalones, que crujían bajo el ímpetu de la vigorosa infancia. Ahí llegaba su nieto, que con un ágil brinco, apoyándose en el reposabrazos del sillón, se acomodaba sobre las piernas de su abuelo, mirándole con sus vivarachos ojos negros, impaciente por descubrir qué nueva historia le contaría su abuelo.
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Tan solo un grano de café #microcafé
Cuando era un niño, observaba siempre con curiosidad esa maceta que mi abuelo tenía en el alféizar de la ventana de su dormitorio.
No es que fuera nada especial. No era nada del otro mundo. Tan sólo una maceta sencilla, de terracota, como las que podían encontrarse en cualquier floristería o vivero. No tenía ningún dibujo, ninguna marca en su superficie, ni siquiera estaba pintada o esmaltada.
Pero ahí había estado siempre esa maceta, ese pequeño tiesto que mi abuelo atesoraba como su más preciado bien.
Yo había ido creciendo y al tiempo que lo hacía, una pequeña planta había comenzado a brotar entre la negra tierra de aquel tiesto, hasta que ya en la adultez, averigüé la razón de ser de la maceta.
Poco después de mi nacimiento, había plantado un grano de café en ese tiesto, simbolizando el comienzo de una nueva vida.
Hoy soy yo el abuelo, quien en mis brazos sostengo el delicado cuerpecillo de mi nieto recién nacido. Y en el alfeizar de la ventana hay una maceta, con un pequeño grano de café que pronto germinará, igual que poco a poco, su vida echará raíces y brotes.
Un amor entre sus páginas #microlibro
Mi abuelo siempre había guardado esa extraña caja como si fuera el más preciado de sus tesoros. Aparentemente, tampoco era nada del otro mundo: una caja de cartón, forrada con un grueso papel en tonos ocre, con remaches de cobre en sus esquinas para protegerlas.
El abuelo había fallecido años atrás y era la primera vez que yo regresaba a esa casa de mi más tierna infancia. No había sido intencionado encontrarla. De alguna forma ahí estaba, en el trastero, cubierta de polvo, como si aguardara mi llegada.
Con manos temblorosas abrí la caja que mi abuelo había atesorado durante tantos años y en ella encontré para mi sorpresa, sencillamente un libro, con un montón de cartas y fotografías atesoradas formando un álbum.
Para cualquier persona, habrían sido solamente sobres amarillentos, trozos de papel viejo y fotografías sin ningún valor.
Pero en los remites de todas esas cartas se repetía un mismo nombre y una dirección: la de mi abuela. Eran cartas que se habían intercambiado en sus años de noviazgo, hasta que pudieron comenzar su vida juntos. Ahora soy yo el abuelo y llegará el día en que mis nietos deban abrir también esta caja.
viernes, 16 de junio de 2017
Donde las palabras me lleven - Reflexión sobre la Feria del Libro de Madrid 2017
Mi relación con los libros y el mundo de la palabra escrita, es la historia de un sueño. La historia de un niño solitario e incomprendido, que encontraba en los libros una válvula de escape y un refugio a una realidad en la que sentía que no encajaba de ninguna de las maneras. Es el sueño de un adolescente, donde en su mente hervía un mundo de historias deseando ser plasmadas negro sobre blanco, como respondiendo a una necesidad física por hacerlo.
Es la historia de un joven escritor que había perdido la ilusión, la inspiración, las ganas por seguir creando historias, por forjar un mundo entre las páginas de sus libros, hasta que en el año 2011, llegó el amor a su vida y con él, de nuevo el anhelo por plasmar en sus obras el sentimiento que comenzaba a florecer en su corazón.
La fama, el dinero, el reconocimiento… son para mi algo relegado a un segundo plano, en mi vida y en mis libros no es ninguna excepción. El premio por crear mis historias es compartirlas con la mujer que amo, que las disfrute, que vibre con cada una de las líneas de esas obras, que se emocione y nadie mejor que ella entienda, todo el significado que esas palabras encierran.
Lo hermoso de ser escritor es ver la sonrisa y el brillo en los ojos de un niño cuando he tenido ocasión de hacer un cuentacuentos, es que alguien que ha pagado una cierta suma de dinero por una de tus obras disfrute de cada palabra de tu obra y te pida más con la carita de un niño al que su madre le sirve su postre favorito o te pregunte a ver cuándo vas a escribir la precuela, la secuela, la continuación, la segunda parte, la trilogía etc. del mundo que has creado.
Ser un escritor apenas en ciernes en este mundo es muy duro, es un camino complicado, con muchas veces más decepciones que alegrías, cuando la respuesta no es la esperada, cuando la inversión de tiempo, dinero, sudor y lágrimas, no da sus frutos, como un agricultor que mima durante meses su cosecha para que al momento justo de recolectar la fruta, esta fuera arrasada por el pedrisco.
Pero en el camino, tengo la fortuna de tener a quienes tengo a mi lado en cada paso, para curar mis heridas, para levantarme la moral, para hacer que siga tirando para adelante, yendo a por un nuevo libro, a seguir buscando donde hacer una firma, de que mis libros puedan llegar a los más lectores posibles.
Y si algo me llevo de la Feria del Libro de Madrid de este año 2017, a escasamente unos días de su cierre para cuando escribo estas líneas, es sin duda el apoyo tan enorme de quienes han estado ahí conmigo.
Primeramente mi agradecimiento va a Ediciones Atlantis por darme esta oportunidad de estar firmando ejemplares de mi primera novela publicada “Cor Draconis”, por darme la oportunidad de estar junto a Enfermera Saturada y Geronimo Stilton, compartiendo caseta y sueño literario.
Me quedo con la presencia de mi amor al pie del cañón conmigo en cada segundo de la firma, animándome a dar el paso de decidirme a aceptar a participar en la feria y para quien nadie mejor que ella conoce mi obra.
Me quedo con todos vosotros, Tere, Gema, Rubén, Maite, Marina, Raquel, Enrique “Micromor” por vuestro apoyo incondicional, por todos ejemplares vendidos y firmados, porque por vosotros tuvo sentido esa firma, porque por vosotros tiene sentido haber estado ahí.
Y por también aquellos que sin estar de cuerpo presente, estuvisteis conmigo, por eso gracias a Esther, Guillermo, Miguel, Lina… para todos aquellos que mucho antes ya disfrutasteis de mi obra, Tomás, Françesc, Mª José, Fina, Patri, Felix, Estefanía, Tatiana… y tantos otros, de corazón a todos vosotros.
Y en especial a mis padres, José Antonio y Maria José, por regalarme la vida y la literatura en las venas. Nos vemos en los libros. Un abrazo de papel y tinta.
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TINTA DE SANGRE Y AMOR
viernes, 9 de junio de 2017
No es cuestión de huevos
No es cuestión de huevos. No es
cuestión de machismo. No es cuestión de feminismo. No es cuestión de xenofobia.
No es cuestión de homofobia. Es cuestión de sentido común, de educación, de
tener dos dedos de frente, de pensar más allá del egoísta bien propio y de los
prejuicios y lugares comunes.
Vale ya. Ya basta. Basta de la
dictadura del bienquedismo. Basta de lo políticamente correcto. Basta de
señalar con el dedo a quien se niega a que le cuelguen una etiqueta con el
rentintín sempiterno sufijo “–ismo”. Basta ya de todos tener que seguir el
pensamiento reinante, de callar, de mirar para otro lado, de callarse para
evitar general mal ambiente, generar conflicto.
Y se lo digo a usted. Usted que
escucha la música a todo volumen en lugar de utilizar los auriculares en el
autobús o en el metro. Se lo digo a usted que utiliza zapatos de tacón a su
avanzada edad y alega necesitar sentarse. Se lo digo a usted que en cualquier
cola tiene la excusa para colarse.
Se lo digo a usted, que habla a
grito pelado al teléfono en lugares públicos. Se lo digo a usted, que con
bolsas de la compra, abrigos, bolsos, mochilas y sabe Dios qué más, acapara
asientos en el metro o el autobús.
Se lo digo a usted que finge
estar dormido para no ceder su asiento. Se lo digo a usted, que alega mintiendo
que el asiento de al lado está mojado para no dejarlo. Se lo digo a usted que
quiere subir al metro antes de dejar salir a quien ha de hacerlo.
Se lo digo a usted, que cualquier
celebración es buena para tirar cohetes y petardos que son un suplicio para
personas mayores y mascotas. Se lo digo a usted, que desprecia a los
discapacitados.
Se lo digo a usted que no cede su
asiento a una embazada o a un anciano. Se lo digo a usted que utiliza un baño
público y no tira de la cadena. Se lo digo a usted que se apalanca en medio de
la acera. Se lo digo a usted que no recoge las heces de su perro.
Se lo digo a usted, que con
independencia de género, con huevos o sin ellos acapara dos asientos en el
metro, porque a falta de huevos bueno es un coño.
Se lo digo a usted que todos los
domingos va a misa y a la vuelta quien se come las ostias es su mujer y sus
hijos. Se lo digo a usted, el profesor que se desconcentra porque a una alumna
se le marcan los pezones. Se lo digo a usted, que se dejó la vocación por su
trabajo en la fría loza la última vez que fue al baño.
Se lo digo a usted que llena de
pegatinas y carteles los lugares públicos en lugar de tomar medidas reales,
porque es más fácil lavarse la conciencia que adoptar medidas reales.
Se lo digo a usted, que será el
más rico del cementerio cuando su vida toque a su fin, a costa de ser un trepa
insufrible y sin eufemismos, un hideputa ,
aunque las meretrices no tengan culpa de su triste existencia.
Se lo digo a usted, que hace de
la gilipollez imperante su marca y producto, donde el morbo se vende a fortuna
el kilo para el ávido público.
Se lo digo a usted, al influencer, puestos a ponernos tontos
con los anglicismos, aunque más que influencer, usted lo que es un cretino con
una conexión a internet y un rebaño de borregos que babean por sus contenidos.
Se lo digo a usted, que lee este
artículo y se sentirá ofendido por mis palabras,
Me tienen todos ustedes hasta el
coño, aunque sea un hombre. Vayan con
Dios.
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